BAJO LA BÓVEDA CELESTE
Descripción de la publicación.
Fénix
7/28/20252 min read
Envuelto en su atuendo de luz, el anciano avanza entre los riscos y la vegetación exuberante. Una vara le sirve de apoyo, siempre ésta un paso por delante de sus pasos. Tocando la tierra y elevándose al cielo. Su mano la agarra con la fuerza del titán, es el eje que le ayuda en su caminar. Bajo sus pies las piedras, el barro, el agua, le hacen resbalar. Sobre su cabeza los árboles parecen abrazarle amenazadores. Laberinto de múltiples facetas, cada recodo esconde un peligro, una rama punzante, un pozo infinito, un ser de la noche… Pero el anciano envuelto en su atuendo de luz, con su vara tocando la tierra y elevándose al cielo, avanza raudo, decidido.
Unos últimos pasos le llevan a un claro en la montaña. Un acantilado se recorta bajo sus pies. Se aproxima cauteloso al borde del precipicio. Contempla, oh! La Belleza. Ante él se abre un espacio infinito de luz, haciendo de la noche el espacio del esclarecimiento. La luna se dibuja sobre un mar de nubes caprichosas. El mar se recorta sobre un fragmento de luz de luna.
El anciano apoya su vara contra su hombro izquierdo. Al hacerlo, la recuesta delicadamente sobre su corazón. Y el anciano envuelto en su atuendo de luz, se hace luz. Sus manos se tornan poco a poco pequeñas ramas, su cuerpo un tronco robusto, sus pies unas ramas profundas, su rostro, una fuerza poderosa de siglos de existencia.
Sobre él, un cielo estrellado anuncia con destellos luminosos, la llegada del Conocimiento.
En otro tiempo, tras la caricia inefable de la eternidad, envuelta en su atuendo de luz, la anciana avanza entre los riscos y la vegetación exuberante. Una vara le sirve de apoyo….
Al llegar al claro en la montaña, observa cómo se recorta junto al acantilado, el más hermoso de los árboles. Un haya majestuosa de robusto tronco, de ramas juguetonas llenas de hermosas hojas que abrazan el aire, de raíces semejantes a serpientes que buscan hundirse y tocar profundo el interior de la tierra. Es un árbol viejo, tan viejo como la misma creación.
La luna se recorta sobre un mar de nubes caprichosas. El mar se dibuja sobre un fragmento de luz de luna. El haya se yergue majestuosa en el sendero del Tiempo. Sobre ella, un cielo estrellado anuncia, con destellos luminosos, la llegada del Conocimiento.
La anciana avanza lentamente hacia el haya. Despacio, con el corazón palpitante, se acerca lo suficiente, se detiene, lo observa, sonríe, y muy lentamente lo abraza.
Y allí abrazada, bajo el silencio etéreo del Tiempo, sus manos se transforman en pequeñas ramas, su cuerpo se confunde y fusiona lentamente con su tronco, sus pies forman nuevas raíces que se entrelazan, como serpientes juguetonas, a las del viejo árbol. Su rostro, deviene en una fuerza poderosa de siglos de existencia.
Y allí permanece el haya, cobijada por un cielo estrellado en el que se recorta la luna sobre un mar de nubes caprichosas y el mar sobre un fragmento de luz de luna. Es un árbol viejo, tan viejo como la misma creación.
Cada noche sus raíces exploran la profundidad de la tierra en una constante búsqueda de la piedra oculta, mientras sus ramas miran a las estrellas contemplando el laberinto de laberintos de un cielo infinito. En un cielo viejo, tan viejo como la misma creación.
El haya y el cielo, se confunden en el devenir de la eternidad.
He dicho,
