El más bello de los mosaicos.
HA.·.FÉNIX
Ha.·. Fénix
10/23/20242 min read
En el albor de los tiempos, un buen Hombre, Trabaja. Maneja entre sus manos una pequeña porción de materia a la que da forma, somete a los elementos y decora entrelazando filigranas delicadas, retazos de sentido. Su pequeña obra será útil hasta que éste la deje caer de sus manos al vacío insondable del tiempo, fragmentándose en la multiplicidad.
Un pequeño trocito permanece inalterado, quieto y expectante, en la oscuridad de un silencio en el que palpita armónico el latir del Cosmos. Sin embargo, en su letargo de siglos terrenales, percibe su ser en el espacio-tiempo y comienza a reclamar de nuevo su presencia para el Hombre.
Éste, buscador incansable, peregrino en constante camino hacia la luz, en su afán por hallar, lo encuentra, diminuto, oculto, brillante, en el interior de la tierra, e imagina por un instante a aquel buen trabajador que tomaba entre sus manos, en el albor de los tiempos, una pequeña porción de materia a la que daba forma. Y ve más allá de la materia, una pequeña porción de espíritu que inalterado palpita en su seno, y más allá del espíritu intuye la fusión del todo en un único punto inaprensible.
El buscador se afana en la titánica empresa de hallar en la oscuridad estos retazos luminosos de sentido. Cuanto más busca más encuentra. Cuanto más encuentra más ansía buscar. A su alrededor comienza a dibujarse un mosaico de pequeños fragmentos que en su inmensa heterogeneidad embellecen el camino del Hombre que en su recorrido por la espiral se afana en colocar cuidadosamente.
Al detenerse un instante y contemplar su obra, estira discretamente sus manos, alcanza el mosaico para comprobar que ahora se ha vuelto maleable. Lo toma entre sus manos, y como aquél Otro, le da forma, lo somete a los elementos y lo decora entrelazando filigranas delicadas, retazos de sentido. Sabiendo, que su pequeña obra será útil hasta que éste la deje caer y otro recoja algún fragmento abandonado al sutil devenir del tiempo, y construya de nuevo un hermosísimo mosaico, pues junto a este fragmento aquel otro buscador incansable, habrá encontrado otros muchos, construidos por otros en su afán por embellecer el camino de la Virtud.
Sólo así aquel primer constructor se perpetuará hasta el ocaso. Porque llegará un día en que no habrá Hombres, pero debemos afanarnos en que lo que quede sea el más Bello de los mosaicos, aquel en cuyo seno aletee el sentido de nuestro ser, que es ser con el Cosmos.
He dicho,